ARTÍCULO PERIODICO FEBRERO

06.02.2010 11:36

 

LECTURA SANTA

CAPÍTULO DOS

LA PARROQUIA COMO CASA Y ESCUELA DE LOS DISCÍPULOS MISIONEROS DE JESUCRISTO EN LA IGLESIA.

 

Se reunían frecuentemente para escuchar la enseñanza de los apóstoles, y participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Ante los prodigios y señales que hacían los apóstoles, un sentido de reverencia se apoderó de todos. Los creyentes estaban todos unidos y poseían todo en común. Vendían bienes y posesiones y las repartían según la necesidad de cada uno. A diario acudían fielmente e íntimamente unidos al templo; en sus casas partían al pan, compartían la comida con la alegría y sencillez sincera. Alababan a Dios y todo el mundo los estimaba. El Señor iba incorporando a la comunidad a cuantos se iban salvando” (Hch 2, 42-47).

 

LA ESCUCHA ASIDUA DE LAS ENSEÑANZAS DE LOS APÓSTOLES.

Juan 8, 31-42

 

Importante preparar el lugar: sillas suficientes, un altar para la Palabra (mesa, mantel, cirio, atril y flores), hoja de cantos, biblias.

 

Procesión con la Palabra.

Canto: Tu Palabra me da vida.

 

I.                    INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO.

 

Canto: ¡ESPÍRITU SANTO, VEN!

 

Oración para antes de leer la Palabra de Dios.

 

Jesús, fuerza y sabiduría de Dios

enciende en nosotros el amor

por la Sagrada Escritura,

donde resuena la voz del Padre,

que ilumina e inflama, alimenta y consuela.

 

Tú, Palabra del Dios vivo,

renueva en la Iglesia el ardor misionero,

para que todos los pueblos lleguen a conocerte,

verdadero Hijo de Dios y verdadero Hijo del hombre,

único mediador entre el hombre y Dios.

 

Tú que nos has dado como norma de vida

el mandamiento nuevo del amor,

haznos constructores de un mundo solidario,

donde la guerra sea vencida por la paz,

la cultura de la muerte por el compromiso por la vida.

 

A Ti, Redentor del hombre,

al Padre, fuente inagotable de todo bien,

y al Espíritu Santo, sello del infinito amor,

todo honor y toda gloria

por los siglos de los siglos.

Amén.

 

II.                  LECTURA (¿Qué dice el texto?)

 

A.     Proclamación y silencio.

 

“A los judíos que habían creído en Él Jesús les dijo: Si se mantienes fieles a mi Palabra, serán realmente discípulos míos, conocerán la verdad y la verdad los hará libres. Ellos le contestaron: Nosotros somos descendientes de Abraham, y nunca hemos sido esclavos de nadie; ¿cómo dices tú que seremos libres? Jesús les dijo: Les aseguro que todos los que pecan son esclavos del pecado. Un esclavo no pertenece para siempre a la familia; pero un hijo sí pertenece pera siempre a la familia. Así que, si el hijo los hace libres, ustedes serán verdaderamente libres. Ya sé que ustedes son descendientes de Abraham; pero quieren matarme porque no aceptan mi palabra. Yo hablo de lo que el Padre me ha mostrado; así también ustedes, hagan lo que del Padre han escuchado. Ellos le dijeron: ¡Nuestro padre es Abraham! Pero Jesús les contestó: Si ustedes fueran de veras hijos de Abraham, harían lo que él hizo. Sin embargo, aunque les he dicho la verdad que Dios me ha enseñado, ustedes quieren matarme. ¿Abraham nunca hizo nada así! Ustedes hacen lo mismo que hace su padre. Ellos le dijeron: ¡Nosotros no somos hijos bastardos; tenemos un solo Padre, que es Dios. Jesús les contestó: Si de veras Dios fuera su padre, ustedes me amarían, porque yo vengo de Dios y aquí estoy. No he venido por mi propia cuenta, sino que Dios me ha enviado” (Jn 8, 31-42).

 

B.      Restauración del texto:

Si es posible, alguna persona puede relatar el texto de memoria. Para profundizar y entender mejor, se pueden utilizar las siguientes preguntas.

 

Ø ¿A qué grupo de personas se dirige Jesús?

Ø ¿Cuáles son las enseñanzas de Jesús?

Ø ¿Qué es lo que busca Jesús cuando me pide ser fiel a la Palabra?

 

C.      Ubicación del texto:

 

D.     Algunos elementos para comprender el texto:

·        Paralelos del texto: Mateo 12, 46-50; Marcos 3, 31-35; Lucas 8, 19-21; 10, 38-42.

·        Ideas fundamentales.

El texto está construido a partir de cuatro frases que llamamos condicionales (si tal cosa…. Entonces tal otra). Las dos primeras parten de una afirmación que invita a hacer o a dejar hacer algo; si esta es aceptada la consecuencia es la realización de una promesa:

 

·        “Si se mantienen fieles a mi Palabra (entonces) serán mis discípulos, conocerán la verdad y la verdad los hará libres” (8, 31).

·        “Si el Hijo les da la libertad, (entonces) serán realmente libres” (8, 36).

 

Aquí se conectan estrechamente dos realidades: ser discípulos y ser libres.

 

En las otras dos frases, Jesús urge a los judíos a asumir las consecuencias del ser descendientes del Patriarca Abraham e Hijos de Dios:

 

·        “Si son hijos de Abraham hagan las obras de Abraham” (8, 39).

·        “Si Dios fuera su Padre, me amarían a mí” (8, 42)

 

La conexión entre las dos afirmaciones y las otras está en la palabra “Hijo”. El discípulo vive la libertad del Hijo. Los israelitas viven la filiación de Abraham, pero en última instancia su verdadero Padre es Dios, aquel a quien Abraham siempre se remitió. De aquí se derivan nuevas conexiones y consecuencias.

 

Ø Si permanecen en mi Palabra: Para adherir a Jesús, no basta solamente seguirlo: “Jesús se dirigió otra vez a la gente, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, tendrá la luz que le da vida, y nunca andará en la oscuridad” (Jn 8, 12) o fiarse de Él, es necesario permanecer en su Palabra; es decir, dejarse habitar por ella, acogerla, asimilarla, vivir de ella, reconociendo que por medio de ella asimilamos al “Verbo”: “Quien recibe y cumple mis mandamientos, ése sí que me ama. Y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él” (Jn 41, 21); “Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. Él corta los sarmientos que en mí no dan fruto; los que dan fruto los poda, para que den aún más. Ustedes ya están limpios por la palabra que les he anunciado. Permanezcan en mí como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto por sí solo, si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí” (Jn 15 1-4 ss). La Palabra es la casa del ser. La morada del discípulo es la palabra del Hijo. En concreto, permanecer en la Palabra significa observarla y ponerla por obra. Se puede escuchar la Palabra para poseerla y manipularla, o bien para ser tomados y transformados por ella.

Ø Serán verdaderamente mis discípulos: Discípulo no es solamente aquel que la escucha, la conoce y la proclama, sino quien la pone en práctica, o mejor, es “hecho” por ella: “No todo el que me diga: Señor, Señor! Entrará en el reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre del cielo” (Mt 7, 21); “¿Por qué me llaman: Señor, Señor, si no hacen lo que les digo? Les voy a explicar a quién se parece el que acude a mí, escucha mis palabras y las pone en práctica. Se parece a uno que iba a construir una casa: cavó, ahondó y colocó un cimiento sobre la roca. Vino una crecida, el caudal se precipitó contra la casa, pero no pudo sacudirla porque estaba bien construida. En cambio, el que escucha y no las pone en práctica se parece a uno que construyó la casa sobre la arena, sin cimiento. Se precipitó el caudal y la casa se derrumbó. Y fue una ruina colosal” (Lc 6 , 46-49).

Ø El pecado nos hace esclavos: Los judíos se revelan ante la propuesta de libertad que Jesús les hace porque siendo los hijos de Abraham, se consideran ya, de por sí, un pueblo libre. Dios mimo los ha liberado de la esclavitud para que le sirvieran en libertad, por eso, aunque estén bajo la dominación romana, sostienen que no son esclavos de nadie. Pero Jesús está hablando de una libertad más profunda: “Todo el que comete pecado es un esclavo”, quien se hace esclavo del pecado ya no es hijo, no goza de la libertad propia del Hijo. El hijo es el que está en relación íntima con Dios y por tanto permanece en la familia divina. El esclavo no se queda en casa para siempre porque el pecado lo aleja del amor y de la familia del Padre: “Añadió: Un hombre tenía dos hijos. El menor dijo al padre: Padre, dame la parte de la fortuna que me corresponde. Él les repartió los bienes. A los pocos días el hijo menor reunió todo y emigró a un país lejano, donde derrochó su fortuna viviendo una vida desordenada. Cuando gastó todo, sobrevino una carestía grave en aquel país, y empezó a pasar necesidad. Fue y se puso al servicio de un hacendado del país, el cual lo envió a sus campos a cuidar cerdos. Deseaba llenarse el estómago de las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitando pensó: A cuántos jornaleros de mi padre les sobra el pan mientras yo me muero de hambre. Me pondré en camino a casa de mi padre y le diré: He pecado contra Dios y te he ofendido; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Trátame como a uno de tus jornaleros” (Lc 15 11-19).

Ø Conocerán la verdad: Permanecer en la Palabra significa tener con ella aquella familiaridad que nos asimila a Jesús, el Hijo, y nos hace progresivamente conocer quién es Él y quiénes somos nosotros. La verdad es sólo conocida por quien la vive y en la medida en que la vive.

Ø La verdad los hará libres: La verdad del Hijo nos hace libres porque nos devuelve nuestra identidad de hijos. Jesús se propone llevar a quien lo escucha a permanecer en su palabra para conocer la verdad que le abre a su vida auténtica, en la libertad de hijo de Dios y de hermano del otro. Es el futuro sin fin, concedido a quien permanece en su Palabra. El fin de la Palabra es la libertad. Pero, de la misma manera que la verdad se ve de continuo acosada por la mentira, la libertad es prisionera del acostumbramiento a las diversas esclavitudes. Como nuestra inteligencia está permanentemente expuesta al error, también nuestra voluntad es rehén de los vicios. La condición de discípulo implica un paciente y arduo camino de iluminación del intelecto y de liberación de la voluntad, que nos viene del permanecer en la Palabra: “Cristo nos ha liberado para ser libres: manténganse firmes y no se dejen atrapar de nuevo en el yugo de la esclavitud” (Gal 5, 1).

 

·        Nos acercamos al Plan Quinquenal.

 

“El texto nos describe la vida de la primera comunidad cristiana que ha vivido la experiencia del Señor resucitado. Una de sus características básicas es la de ser asiduos en la enseñanza de los apóstoles para recordar y poner en práctica la enseñanza de Jesús y así permanecer unidos a Él : “Si se mantienen en mi Palabra, serán verdaderamente mis discípulos, y conocerán la verdad y la verdad los hará libres” (Jn 8, 31). Cada parroquia está llamada a ser el espacio donde se escucha la Palabra de Dios, tanto aquella contenida en la Biblia como la que transmite la Iglesia a través de los apóstoles y de sus sucesores que son los Obispos: “Quien a ustedes los escucha, a mí me escucha; y quien a ustedes los rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado” (Lc 10, 16). En esta escucha de la Palabra la Virgen María es modelo para el discípulo. Pues ella guarda esta Palabra y la obedece” (PQ 130).

 

III.                MEDITACIÓN (¿Qué me dice el texto?)

 

Ø ¿Por qué el hecho de ser discípulos de Jesús nos da la libertad?

Ø ¿Qué quiere decir “permanecer en la Palabra de Jesús”? ¿Cómo lo vivo en mi familia, en mi comunidad?

Ø ¿Cómo logro en mi vida diaria ser y sentirme hijo (a) de Dios?

 

IV.                ORACIÓN (¿Qué me hace decir el texto?)

 

Hacer oraciones espontáneas pidiendo al Señor el don de ser fieles en la escucha atenta de su Palabra buscando que se haga vida en cada uno de nosotros y nos transformemos en auténticos discípulos. También orar por la propia conversión y la de la comunidad para no ser esclavos del pecado. A cada oración respondemos diciendo: Jesús, Palabra eterna del Padre, escúchanos.

 

 

V.                  CONTEMPLACIÓN (¿A qué me compromete el texto?)

 

Se sugiere que en un momento de silencio, como continuación de la oración, se invita a los participantes a contemplar a Jesús como la Palabra de verdad que libera y nos hace Hijos. Luego, se ha de pensar en el compromiso al cual me lleva la meditación del texto. Por ejemplo: acercarlos al sacramento de la Penitencia y preparar con ellos una buena confesión; fortalecer las comunidades de Lectura Santa; motivar la formación de “escuelas de la Palabra” en la parroquia.

 

ORACIÓN DEL PADRE NUESTRO.

 

OREMOS POR LA RENOVACIÓN DE NUESTRA VIDA Y DE LA PASTORAL PARROQUIAL.

 

SE SUGIERE UN ÁGAPE FRATERNO.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LA FRACCIÓN DEL PAN Y LA ORACIÓN.

Mateo 18, 15-20

 

Importante preparar el lugar: sillas suficientes, un altar para la Palabra (mesa, mantel, cirio, atril y flores), hoja de cantos, biblias.

 

ELABORAR LA FRASE QUE DEBE SER COLOCADA EN EL LUGAR DE LA REUNIÓN:

“ESTOY EN MEDIO DE USTEDES”.

 

Procesión con la Palabra.

Canto: Tu Palabra me da vida.

 

I.        INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO.

 

Oración para antes de leer la Palabra de Dios.

 

Jesús, fuerza y sabiduría de Dios

enciende en nosotros el amor

por la Sagrada Escritura,

donde resuena la voz del Padre,

que ilumina e inflama, alimenta y consuela.

 

Tú, Palabra del Dios vivo,

renueva en la Iglesia el ardor misionero,

para que todos los pueblos lleguen a conocerte,

verdadero Hijo de Dios y verdadero Hijo del hombre,

único mediador entre el hombre y Dios.

 

Tú que nos has dado como norma de vida

el mandamiento nuevo del amor,

haznos constructores de un mundo solidario,

donde la guerra sea vencida por la paz,

la cultura de la muerte por el compromiso por la vida.

 

A Ti, Redentor del hombre,

al Padre, fuente inagotable de todo bien,

y al Espíritu Santo, sello del infinito amor,

todo honor y toda gloria

por los siglos de los siglos.

Amén.

 

 

 

II.                  LECTURA (¿Qué dice el texto?)

 

A.     Proclamación y silencio.

 

“Si tu hermano te hace algo malo, habla con él a solas y hazle reconocer su falta. Si te hace caso, habrás ganado a tu hermano; pero si no te escucha, llama a una o dos personas más, para que toda acusación se base en el testimonio de dos o tres testigos. Si tampoco les hace caso a ellos, díselo a la comunidad, entonces habrás de considerarlo como a un pagano o como uno de esos que cobran impuestos para Roma. Les aseguro que lo que ustedes aten aquí en la tierra, también quedará atado en el cielo, y lo que ustedes desaten aquí en la tierra, también quedará desatado en el cielo. Esto les digo: Si dos de ustedes se ponen de acuerdo aquí en la tierra para pedir algo en oración, mi Padre que está en el cielo se lo dará. Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

(Mt 18, 15-20).

 

B.      Restauración del texto:

Si es posible, alguna persona puede relatar el texto de memoria. Para profundizar y entender mejor, se pueden utilizar las siguientes preguntas.

 

Ø ¿Cuáles son los pasos para una verdadera corrección fraterna?

Ø ¿Cuáles son las condiciones para lograr una auténtica oración?

 

C.      Ubicación del texto:

Esta perícopa pertenece al cuarto discurso de Jesús según el esquema de Mateo: Cap. 5-7 (Propuestas éticas); Cap. 10 (Normas para los misioneros); Cap. 13 (Parábola del reino); Cap. 18; 23-25 (Crítica a los escribas y fariseos; discurso escatológico y parábola sobre el juicio). Las normas de la corrección fraterna destacan la actitud de respeto, y no de difamación, por el hermano que peca. La instancia de la comunidad es importante, pero es la extrema: “La acusación de un solo testigo no será suficiente para demostrar que una persona ha cometido un crimen, delito o falta. Solo valdrá la acusación cuando la presenten dos o tres testigos” (Dt 19, 15).

 

La metáfora del atar y desatar en la tierra refrendado en el cielo, retoma una promesa hecha a Pedro en 16, 19: “Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que tú ates aquí en la tierra, también quedará atado en el cielo, y lo que tú desates aquí en la tierra, también quedará desatado en el cielo”. Indica además que las normas de convivencia fraterna inspiradas en el mismo Jesús tendrán un respaldo en el plano celestial.

 

Sea el tema de los dos o tres testigos para la corrección fraterna, o el énfasis en la comunidad, justifican la inclusión de las palabras de Jesús sobre la oración comunitaria. La oración comunitaria era una práctica cultica en el templo (y en las sinagogas, fuera de Judea), pero tanto entre los esenios, como en el movimiento de Jesús, es espontánea y en cualquier lugar. La promesa de Jesús, sin embargo, es totalmente teológica, y no una norma. En esa dirección señalará más tarde Lucas en los Hechos la comunidad de los primeros cristianos de Jerusalén para “la enseñanza de los apóstoles, la comunión (Koinonía), la fracción del pan y las oraciones” (Hch 2, 42).

 

D.     Algunos elementos para comprender el texto:

·        Paralelos del texto: Mateo 7, 7-12; Mateo 13, 24-30; 1 Corintios 11, 17.

 

·        Ideas fundamentales.

 

Ø “Habrás ganado a tu hermano”, dice Jesús a quien ha logrado llevar a un pecador a reconocer el propio error. En efecto, ha restablecido la fraternidad: ya no está solo, y donde dos hermanos está juntos, el Padre se complace y el Hijo está en medio de ellos. La verdad hay que hacerla en la caridad: “Más bien, profesando la verdad en el amor, debemos crecer en todo hacia Cristo, que es la cabeza del cuerpo” (Ef 4, 15); pero la caridad nunca está separada de la verdad. La primacía siempre es del amor; pero esto se manifiesta tanto en buscar al extraviado como en iluminarlo en su extravío, y al fin en perdonarlo de todos modos.

Ø La corrección fraterna es indispensable para que nuestra situación de estar juntos sea para lo mejor y no para lo peor. Ella es una manera concreta de buscar a quien está extraviado, para que no se pierda: es la expresión más elevada de la misericordia.

Ø El pecado rompe la fraternidad.

Ø Los hermanos que unen su voz para orar son una dulce “sinfonía” a los oídos del Padre. Se busca vivir en la tierra su mismo poder, que es la capacidad de acoger y no escandalizar a sus pequeños, de buscar a los extraviados, de volver a ganar a los perdidos y de perdonar a todos.

Ø Donde los hermanos se reúnen, está presente el Hijo. Por eso la oración de los hermanos dirigida al Padre en el nombre del Hijo es infalible. El Señor está en medio de ellos, así como el niño a quien Jesús colocó “en medio de ellos”.

 

·        Nos acercamos al Plan Quinquenal.

 

“La oración personal es el lugar donde el discípulo, alimentado por la Palabra y la Eucaristía, cultiva una relación de profunda amistad con Jesucristo y procura asumir la voluntad del Padre. La oración diaria es un signo del primado de la gracia en el itinerario del discípulo misionero. Por eso “es necesario aprender a orar, volviendo siempre de nuevo a aprender este arte de los labios del Maestro” (DA 255). Pero Jesús invita también a sus discípulos a una oración común: “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20). Tanto la oración personal como la comunitaria se enriquecen más si están basadas en la misma Palabra de Dios leída con el método de la lectura santa para que el Evangelio se haga norma de vida” (PQ 132).

 

III.                MEDITACIÓN (¿Qué me dice el texto?)

 

Ø ¿Me pongo en oración como lo sugiere el método de la Lectura Santa?

Ø ¿Pido lo que quiero?, o ¿realmente abro mi corazón a la voluntad del Señor?

IV.                ORACIÓN (¿Qué me hace decir el texto?)

 

Hacer oraciones espontáneas pidiendo al Señor el don de ser fieles en la escucha atenta de su Palabra buscando que se haga vida en cada uno de nosotros y nos transformemos en auténticos discípulos. También orar por la propia conversión y la de la comunidad para no destruir el verdadero sentido de fraternidad que debe existir apoyado en la oración. A cada oración respondemos diciendo: Ven Señor, Jesús.

 

V.                  CONTEMPLACIÓN (¿A qué me compromete el texto?)

 

Se sugiere que en un momento de silencio, como continuación de la oración, se invita a los participantes a contemplar a Jesús como la Palabra de verdad que libera y nos hace Hijos. Luego, se ha de pensar en el compromiso al cual me lleva la meditación del texto. Por ejemplo: Fortalecer las comunidades de Lectura Santa; motivar la formación de “escuelas de la Palabra” en la parroquia.

 

ORACIÓN DEL PADRE NUESTRO.

 

OREMOS POR LA RENOVACIÓN DE NUESTRA VIDA Y DE LA PASTORAL PARROQUIAL.

 

SE SUGIERE UN ÁGAPE FRATERNO.

 

 

                                                                

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LA EXPERIENCIA DE LA COMUNIÓN DE BIENES.

Mateo 25, 31-46

 

Importante preparar el lugar: sillas suficientes, un altar para la Palabra (mesa, mantel, cirio, atril y flores), hoja de cantos, biblias.

 

ELABORAR LA FRASE QUE DEBE SER COLOCADA EN EL LUGAR DE LA REUNIÓN:

“AMANDO AL SEÑOR EN LOS HERMANOS MAS PEQUEÑOS”.

 

Procesión con la Palabra.

Canto: Tu Palabra me da vida.

 

I.                    INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO.

 

Oración para antes de leer la Palabra de Dios.

 

Jesús, fuerza y sabiduría de Dios

enciende en nosotros el amor

por la Sagrada Escritura,

donde resuena la voz del Padre,

que ilumina e inflama, alimenta y consuela.

 

Tú, Palabra del Dios vivo,

renueva en la Iglesia el ardor misionero,

para que todos los pueblos lleguen a conocerte,

verdadero Hijo de Dios y verdadero Hijo del hombre,

único mediador entre el hombre y Dios.

 

Tú que nos has dado como norma de vida

el mandamiento nuevo del amor,

haznos constructores de un mundo solidario,

donde la guerra sea vencida por la paz,

la cultura de la muerte por el compromiso por la vida.

 

A Ti, Redentor del hombre,

al Padre, fuente inagotable de todo bien,

y al Espíritu Santo, sello del infinito amor,

todo honor y toda gloria

por los siglos de los siglos.

Amén.

 

 

 

II.                  LECTURA (¿Qué dice el texto?)

 

A.     Proclamación y silencio.

 

“Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria con todos sus ángeles se sentará sobre el trono de su gloria. Serán congregados delante de Él todas las naciones; y Él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha y los cabritos a la izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Venid benditos de mi Padre, recibid la herencia del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui emigrante y me acogisteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, preso y fuisteis a estar conmigo. Entonces los justos le responderán: Señor, ¡cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos emigrante y te acogimos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? Y el rey les dirá: “Os aseguro que cuando hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños a mí me lo hicisteis”.

(Mt 25, 31-46).

 

B.      Restauración del texto:

 

Si es posible, alguna persona puede relatar el texto de memoria. Para profundizar y entender mejor, se pueden utilizar las siguientes preguntas.

 

Ø ¿Cómo se describe en el texto el final de los tiempos?

Ø ¿Actitudes del rey?

Ø ¿Qué le dice a los de su derecha? ¿Qué le dice a los de su izquierda?

 

C.      Ubicación del texto:

El capítulo 25 contiene tres relatos “graduales” acerca de lo que hay que hacer “ahora” en vista al “final”: ahora es necesario adquirir el aceite (v. 1-13), que consiste en “duplicar” el don de amor que se ha recibido (v. 14-30), amando al Señor en los hermanos más pequeños (v. 31-46).

 

D.     Algunos elementos para comprender el texto:

 

·        Paralelos del texto: Salmo 94; Lucas 16, 19-31; Romanos 13, 8-10; 1 Cor 13.

 

·        Ideas fundamentales.

Ø Más que una parábola, se trata de una “representación” escénica del juicio final, estructurada sobre el contraste entre el que está a la derecha y el que está a la izquierda del rey. Para los dos grupos hay una sentencia opuesta. Venid a mí benditos, o apartaos de mi maldito. Sigue la motivación: me acogisteis o no me acogisteis en la necesidad. A la pregunta común ¿cuándo te hemos visto?, sigue la respuesta: lo que habéis hecho o no habéis hecho, a los más pequeños, lo habéis hecho o no lo habéis hecho a mí.

Ø El juicio que el rey hará sobre nosotros es el mismo que nosotros hacemos sobre el pobre. Somos juzgados con base en lo que le hacemos al otro. Cada uno de los otros es el Otro.

Ø El relato coloca en el centro al Hijo del hombre, que se identifica con los últimos. Acogerlo o no significa acoger o no la salvación. El texto es sumamente sugestivo, abierto a muchos sentidos. En efecto, Dios es amor, y el amor lo abraza todo y a todos.

Ø El mensaje universal que se puede deducir es que cada hombre es juzgado con base en su amor al pequeño y al débil. Pero no es conforme al texto creer que la relación con Dios no es importante. Por el contrario: el amor al último es amor a Él mismo. En efecto, el amor es premio para sí mismo porque es la alegría de una relación, y la relación siempre supone al otro, y en fin al Otro. El amor al prójimo puede ser un imperativo categórico, pero sólo si se tienen presentes tres cosas: detrás de un imperativo está la voz de uno que habla, el amor supone siempre una alteridad, uno ama solamente si y en la medida que es amado. Aislar el mandato del amor al último de la experiencia del amor a Dios que se hizo último, es hacer un principio sin sentido, una ideología incapaz de generar un comportamiento positivo.

Ø El mandato de amar al más pequeño es ciertamente el fundamento más amplio posible de una acción que lleve a la comunión entre los hombres. Jesús establece efectivamente un criterio de acción que va más allá de toda diferencia religiosa o ideológica. El amor de la Madre Teresa a los desheredados de la tierra fue el lenguaje más universal y comprensible que haya hablado al mundo de hoy mel misterio de Dios y del hombre.

 

·        Nos acercamos al Plan Quinquenal.

 

“La Iglesia, y por ende la parroquia, es comunión en el amor. Esta es su esencia y el signo por la cual está llamada a ser reconocida como seguidora de Cristo y servidora de la humanidad. El nuevo mandamiento es lo que une a los discípulos entre sí, reconociéndose como hermanos y hermanas, obedientes al mismo Maestro, miembros unidos a la misma Cabeza y, por ello, llamados a cuidarse los unos a los otros (1 Cor 13; Col 3, 12-14). Ante un mundo en el que todo se mide en réditos y adquisición de poder… el cristianismo tiene que proclamar que nada puede ni debe ser creído si no es el amor. Sólo en la libertad del amor encuentra su plenitud la libertad. El Amor es lo cristiano del cristianismo porque es la palabra definitiva de Dios sobre sí y, por tanto, también sobre el mundo” (PQ 169).

 

“La parroquia renovada forma discípulos con espíritu solidario, pues “la vida nueva de Jesucristo toca al ser humano entero y desarrolla en plenitud la existencia humana en su dimensión personal, familiar, social y cultural. Para ello, hace falta entrar en un proceso de cambio que transfigure los variados aspectos de la propia vida. Sólo así, se hará posible percibir que Jesucristo es nuestro salvador en todos los sentidos de la palabra” (PQ 173).

 

III.                MEDITACIÓN (¿Qué me dice el texto?)

 

Ø Evaluando mi propia existencia, ¿estoy haciendo el bien?

Ø ¿Soy testimonio vivo del amor de Dios en medio de la comunidad?

Ø ¿Estoy acogiendo, fortaleciendo, dignificando y amando a los más necesitados? ¿El pobre es mi rey?

 

IV.                ORACIÓN (¿Qué me hace decir el texto?)

 

La oración es una oportunidad cierta de entre tejer los mismos sentimientos de toda una comunidad. Presentemos al Señor las necesidades de los que sufren en nuestra parroquia para suscitar una solidaridad que nazca de lo más profundo del corazón. A cada una de las oraciones vamos a responder diciendo: Dios de amor, escúchanos.

 

V.                  CONTEMPLACIÓN (¿A qué me compromete el texto?)

 

Se sugiere que en un momento de silencio, como continuación de la oración, se invita a los participantes a contemplar a Jesús misionero del Padre que ha venido a sanar los corazones afligidos, a darles la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos. Luego, se ha de pensar en el compromiso al cual me lleva la meditación del texto trabajando por ejemplo en el equipo de pastoral social de la parroquia o emprendiendo proyectos solidarios.

 

ORACIÓN DEL PADRE NUESTRO.

 

OREMOS POR LA RENOVACIÓN DE NUESTRA VIDA Y DE LA PASTORAL PARROQUIAL.

 

SE SUGIERE UN ÁGAPE FRATERNO.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EXPERIENCIA DE COMUNIÓN Y FRATERNIDAD.

Mateo 10, 1-15.

 

Importante preparar el lugar: sillas suficientes, un altar para la Palabra (mesa, mantel, cirio, atril y flores), hoja de cantos, biblias.

 

ELABORAR LA FRASE QUE DEBE SER COLOCADA EN EL LUGAR DE LA REUNIÓN:

“LA COMUNIDAD ES EL PUNTO DE PARTIDA DE LA MISIÓN”.

 

Procesión con la Palabra.

Canto: Alma misionera.

 

I.                    INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO.

 

Oración para antes de leer la Palabra de Dios.

 

Jesús, fuerza y sabiduría de Dios

enciende en nosotros el amor

por la Sagrada Escritura,

donde resuena la voz del Padre,

que ilumina e inflama, alimenta y consuela.

 

Tú, Palabra del Dios vivo,

renueva en la Iglesia el ardor misionero,

para que todos los pueblos lleguen a conocerte,

verdadero Hijo de Dios y verdadero Hijo del hombre,

único mediador entre el hombre y Dios.

 

Tú que nos has dado como norma de vida

el mandamiento nuevo del amor,

haznos constructores de un mundo solidario,

donde la guerra sea vencida por la paz,

la cultura de la muerte por el compromiso por la vida.

 

A Ti, Redentor del hombre,

al Padre, fuente inagotable de todo bien,

y al Espíritu Santo, sello del infinito amor,

todo honor y toda gloria

por los siglos de los siglos.

Amén.

 

 

 

II.                  LECTURA (¿Qué dice el texto?)

 

A.     Proclamación y silencio.

 

“Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos y de curar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce apóstoles son: primero, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, el de Alfeo, y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el que le traicionó. A estos doce envió Jesús con estas instrucciones: No toméis camino de gentiles, ni entréis en ciudad de samaritanos. Dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios: gratis lo recibisteis; dadlo gratis. No llevéis ni oro ni plata, ni cobre en vuestras fajas; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón, porque el obrero merece su salario. Cuando entréis en una ciudad, informáos de quién hay allí digno de confianza, y quedaos en su casa hasta que os vayáis de allí. Al entrar en la casa saludadla; y si la casa se lo merece, la paz se volverá a vosotros. Si no os reciben ni os escuchan, al salir de la casa o del pueblo sacudid el polvo de vuestros pies. Os aseguro que el día del juicio habrá mejor rigor para la tierra de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad” (Mt 10, 1-15).

 

B.      Restauración del texto:

 

Si es posible, alguna persona puede relatar el texto de memoria. Para profundizar y entender mejor, se pueden utilizar las siguientes preguntas.

 

Ø Nombre de los apóstoles del Señor.

Ø ¿Cuáles fueron las instrucciones del Señor a sus apóstoles?

 

C.      Ubicación del texto:

 

 

D.     Algunos elementos para comprender el texto:

 

·        Paralelos del texto: Salmo 146; Marcos 3, 13-19; Hch 3, 1-10.

 

·        Ideas fundamentales.

Ø Ya en el Antiguo Testamento el nacimiento y el crecimiento del pueblo de los creyentes brota de la elección libre de Dios: Todo acto salvífico brota de este llamamiento divino, que suscita en el hombre la conciencia de la propia vocación y lo hace capaz de vivirla en las circunstancias concretas de la vida.

Ø Esta lista de los doce se encuentra también en los paralelos de Marcos y Lucas y, además en Hch 1, 13. El orden es un poco diferente, pero los nombres son los mismos.

Ø Jesús recoge en torno a Él su comunidad. La llama para que esté con Él y para enviarla. Así queda indicado el programa de la futura Iglesia. La cual encuentra en Él la propia identidad. En efecto, se presentan las dos dimensiones fundamentales, que caracterizan la nueva comunidad creada por Jesús: la dimensión de la fe, como relación personal y comunitaria con Jesucristo, y la dimensión de la acción, como evangelización y liberación del hombre de sus males. Los dos momentos, aunque son distintos, son inseparables y nunca deben confundirse con la reducción del uno al otro. Si no existen ambos, por una parte se viene a caer en una fe desencarnada y por la otra parte en la búsqueda de un puro activismo ciego y vacío. Ésta es la situación de la Iglesia hoy, que está dividida entre una fe distanciada de los problemas y una praxis, que ya no está sostenida ni iluminada por la luz ni por la fuerza de la fe.

Ø La comunidad cristiana, si se mira en su núcleo, es una comunidad de fe. Ella está llamada a responder a la interpretación divina, que la escoge y la invita a “estar con Jesús”. Éste es su centro vital, la fuente de su fuerza y su misterio sustancial. La intimidad y la comunión con su Señor celestial, el vínculo estrecho que une a Jesús en una identidad de vida, de tarea y destino, constituye el núcleo fuerte y animador de la comunidad cristiana. Ésta está llamada continuamente a crecer y a madurar en la fe, a robustecer y a profundizar el propio “estar con Jesús”. Escuchar su Palabra, seguir su camino, conocerlo de cerca y contemplar el rostro humano de Dios es el germen, el corazón y el fundamento de la vida del pueblo de Dios.

Ø Si llegara a faltar a la comunidad cristiana esta comunión con Jesús, es decir, el estar con Él, para Él y como Él, porque Él está en nosotros y nosotros estamos con Él, ella se convertiría en un cuerpo sin alma, carente de su espíritu. En este peligro amenazan con caer cristianos que identifican teórica o prácticamente la fe con las obras o con el compromiso político y al acentuar demasiado el aspecto de la acción, llegan a reducir la fe cristiana a una pura acción y a un compromiso que no satisface totalmente las exigencias del reino.

Ø Pero el alma vive en el cuerpo. De la fe brota la misión y el servicio apostólico. La contemplación del misterio de Cristo, el “estar con Jesús”, el seguir su camino, se convierte en la fuente de la acción misionera de la acción cristiana, y esta acción implica también el compromiso histórico y concreto por la liberación y la promoción humana. La fe se proyecta históricamente, para convertirse en acción al servicio de la liberación del hombre. La comunidad cristiana está llamada a anunciar el reino de Dios que viene, es decir, a tomar posición por la causa de Dios, que se identifica con el compromiso por la causa del hombre nuevo. Por tanto, se equivocan aquellos cristianos que, al reducir teórica o prácticamente su vida cristiana a una fe abstracta y distanciada de la vida cotidiana, rompen la unidad entre la fe y la acción.

Ø Es necesaria la síntesis entre la fe y las obras. La fe se encarna, se vive y se expresa en la acción, pero ésta encuentra su raíz en el encuentro personal y comunitario con el Señor. La fe “se hace”, “acontece” en las obras, como el alma en el cuerpo: “Estar con Jesús” y “ser enviado” se condicionan recíprocamente, porque se obra creyendo y se cree obrando.

Ø Más allá de sus fragilidades humanas, Jesús crea en los doce una actitud nueva: la de “estar con Él”. Es lo que el Señor quiere cumplir con todos nosotros.

 

·        Nos acercamos al Plan Quinquenal.

 

“En el pueblo de Dios, la comunión y la misión están profundamente unidas entre sí. La comunión es misionera y la misión es para la comunión. De la parroquia que vive en comunión inevitablemente surgen los discípulos misioneros y solidarios” (PQ 172).

 

“La parroquia renovada forma discípulos con espíritu solidario, pues la vida nueva de Jesucristo toca al ser humano entero y desarrolla en plenitud la existencia humana en su dimensión personal, familiar, social y cultural. Para ello, hace falta entrar en un proceso de cambio que transfigure los variados aspectos de la propia vida. Sólo así, se hará posible percibir que Jesucristo es nuestro salvador en todos los sentidos de la Palabra” (PQ 173).

 

“El discípulo que vive en su parroquia la experiencia de “casa” se apropia de los mismos sentimientos de Cristo, quien, “siendo rico, por nosotros se hizo pobre a fin de enriquecernos con su pobreza” (2 Cor 8, 9). El discípulo de Jesús sabe que la vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad y que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Esa es en definitiva la misión” (PQ 174).

 

III.                MEDITACIÓN (¿Qué me dice el texto?)

 

Ø ¿Considero que realmente he tenido el encuentro personal con Jesucristo?

Ø ¿Mi fe está acompañada de obras?

 

 

IV.                ORACIÓN (¿Qué me hace decir el texto?)

 

La oración construye comunidad. El llamamiento que nos hace el Señor para formar parte de la comunidad de discípulos nos compromete en ser un testimonio vivo de unidad y de verdadera fraternidad. Con estos sentimientos, presentemos las oraciones que brotan de un corazón agradecido. A cada intención respondemos diciendo: “Oh, Señor, escucha y ten piedad”.

 

V.                  CONTEMPLACIÓN (¿A qué me compromete el texto?)

 

Se sugiere que en un momento de silencio, como continuación de la oración, se invita a los participantes a contemplar a Jesús misionero del Padre que ha venido a sanar los corazones afligidos, a darles la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos. Luego, se ha de pensar en el compromiso que hemos de vivir como comunidad cristiana.

 

ORACIÓN DEL PADRE NUESTRO.

 

OREMOS POR LA RENOVACIÓN DE NUESTRA VIDA Y DE LA PASTORAL PARROQUIAL.

 

SE SUGIERE UN ÁGAPE FRATERNO.

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